La base de una buena higiene bucal es la limpieza de dientes y encías. De nada sirve visitar al dentista de manera regular si después no se mantiene una limpieza bucal.
Es recomendable crear rutinas de higiene bucal para así evitar muchos problemas y ayudarnos a mantener una sonrisa sana y bonita.
En el caso de que no se pueda llevar a cabo la rutina de limpieza bucal, el chicle puede ser un gran aliado. Masticar chicle favorece el efecto arrastre y aumenta la saliva. A este remedio se puede recurrir como medida puntual, nunca será un sustito del cepillado de dientes.
También es importante renovar el cepillo de dientes cada 3 o 4 meses, o cada 4 o 5 días en el caso del cepillo interdental, ya que entre las cerdas se acumulan bacterias.
Aunque se lleve una rutina de limpieza bucal diaria en casa, es recomendable realizar una más profunda cada 6 meses en el dentista.
Existen dos tipos de limpieza dental: la básica y el curetaje o raspado radicular. Será el dentista, quien dependiendo de la situación de cada paciente y las necesidades de este recomendará una limpieza u otra.
La limpieza dental básica tiene como principal objetivo la eliminación de la placa bacteriana y el sarro. Tiene un carácter más preventivo y estético.
También se recurre al curetaje o raspado radicular para eliminar la placa bactriana y el sarro, pero en pacientes que padecen alguna enfermedad relacionada con las encías, como puede ser la gingivitis. Esta limpieza es más profunda y se centra en la zona de los dientes por debajo de las encías.